La imagen de Navidad se eleva hasta convertirse en una estrella de luz, para que jamás olvidemos nuestro origen espiritual, para afirmar el pensamiento de que venimos de lo espiritual al entrar a este mundo físico, para cumplir una misión y debemos prepararnos para ello.
La fiesta de Navidad debe ser para renovarnos, para re- nacer en el espíritu y ganar fuerzas nuevas. Debemos evolucionar en este sentido y acercar a todos a esta luz de la conciencia.
Nuestra misión más importante antes de cualquier otra es volver hacia ese rasgo espiritual que nos unifica y alinea con Dios, consagrar esas capacidades innatas a nuestro creador y no dejar que estén a merced de las fuerzas de la oscuridad, sino del bien.
De esta manera, al consagrar nuestros dones y talentos y ponerlos al servicio de Dios, abrimos las puertas a lo sagrado a nuestra vida, todo un universo material se pone al servicio del cumplimiento de nuestra misión y encontramos la verdadera dicha que es hacer lo que vinimos a hacer aquí, cumplir el propósito que da sentido a nuestra existencia, cualquiera que sea.
Y finalmente comprendemos que todos tenemos una parte en esta película de la vida, cuyo director es Dios, y que si uno de nosotros no la cumple, la obra no estaría completa, así como si a una sinfonía le falta el toque de uno o varios instrumentos, la música no llega a oídos de los otros con igual belleza y perfección.
Debes comprender que no eres insignificante sino necesario, cualquiera sean tus capacidades. Lo que traes es bueno y todos lo necesitamos. No quieras nadar si no eres pez. Nada y enseña a nadar. No quieras tejer si sabes cocinar. Cocina y alimenta el mundo. No quieras gritar si no tienes voz, más bien escucha y acaricia. No quieras ser quien no eres.
Al consagrar tus capacidades a Dios, él influye desde el dormirte ( cuando naces) hasta el despertar ( cuando mueres) y durante toda tu vida consciente. Solo que en tu vida consciente, entre el nacimiento y la muerte, Dios que es misterio, lo hace de manera subliminal, secreta, en silencio, con señales, para lo que debes permanecer en oración meditativa.
Todos nacemos con dones y talentos que nos distinguen, y en los profetas o grandes maestros esto se eleva hacia la genialidad, pero si al dormirnos en el espíritu, es decir al nacer a este cuerpo, no nos entregamos y sumergimos en el reino donde Dios guía los impulsos del alma y transforma desde el mundo espiritual los dones físicos, dependientes del cuerpo, y los sometemos a su voluntad, poniéndolos al servicio del bien, estos son dones muertos, inútiles, y nuestra vida es en vano.
Todo los dones naturales, talentos, capacidades, hasta la genialidad, son dones del ego que obran en el mundo de un modo egoísta, mientras no sean consagrados e impregnados por Dios.
Este es el nuevo sentido de la Navidad y el nacimiento que además de las condiciones de igualdad en el niño ha recibido las diversas capacidades, dones y talentos. Pero con el correr del tiempo todas estas facultades sólo conducirán al bien del hombre, si las mismas se ponen al servicio de Dios.
A través de la herencia aparecen también dichas capacidades, pero nuestro gran desafío es que debemos ganar, conquistar esos talentos durante nuestra vida física, por medio de lo que el impulso de Jesus y sus enseñanzas puede suscitar en nuestros sentimientos, no sólo en el sueño por la inspiración de Dios, cuando estamos alineados con él y podemos leer sus señales, sino con plena conciencia, decisión y elección en nuestra vida diaria.
Iluminado por la luz que irradia el árbol de Navidad, deja entrar la luz en ti, entrégate a Dios en un día de milagros como este, y permite que el obre en ti, que haga en ti y a través de ti maravillas.
Con tal sentimiento se nos dará también la fuerza que el hombre necesita en la ‘vida del presente para cumplir con las grandes tareas de esta época.
“Cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Y por ello cada año Dios quiere nacer en nuestros corazones para recordarnos este hecho de niños iguales, que son la luz y la estrella que guía este universo.
Trata de incorporar estas palabras como pensamientos espirituales vivos para que la luz que ellos traen te iluminen y den calor a lo más profundo de tu alma. Trata de sentir que los mismos entran en el alma no meramente como pensamientos, sino como nutrientes de amor, que anulan por completo el egoísmo que te tiene prisionero e infeliz por mirar sólo tus problemas.
Así sentirás la voz de la conciencia que siempre te impulsa naturalmente hacia el bien y la verdad. Y entonces tu mente se curara de todo pensamiento de muerte.
Si además de esto lograras dejar penetrar estas palabras de amor a cada fibra de tu cuerpo, entonces además lo sanarías, curarías enfermedades. Se producen milagros de curación en el cuerpo físico, cada vez que dejas que el dios vivo y sus mensajeros, entren en ti y te inunden de su amor.
Al lograr tener pensamientos sanos, te unes con las armonías del universo, puesto que tienen su origen en estas armonías.
Cristo ha dicho: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Esto significa que no estamos nunca solos, significa que El está con nosotros, revelándose constantemente
Cuando estés ante el árbol de Navidad con sus luces, ejercita pensamientos sanos, fortalecidos en El Niño Dios que nace hoy, para que su luz, representada en el árbol iluminado genere pensamientos fortalecidos, provenientes de tu nueva conciencia que iluminen tu pensar.
Como dijo Ángelus Silesius
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