sábado, 4 de marzo de 2017

A veces "Feliz" y a veces "Aprendiendo". By Claudia Luna



"Si uno no comprende la dimensión  espiritual, nunca comprenderá la curación". 

 Para poder tener integrados en la vida diaria estos ejercicios espirituales, debemos ser estudiosos de la Conciencia y sus beneficios liberadores. 

El camino de regreso es siempre un encuentro en la profundidad. Es siempre una experiencia espiritual.
Es allí donde reside todo lo bueno, lo noble, lo autentico, lo verdadero.

Es darnos cuenta que la vida está llena de vacíos y superficialidades si yo no muero a mí mismo, a las demandas constantes de mi personalidad insatisfecha, a mis anhelos e ilusiones de materia y no de sustancia, a mi mente de pensamientos múltiples y compulsivos, al constante clamor del ego, a esa seriedad que toma todo con dramatismo y desesperación, a esa búsqueda incansable de algo que ni siquiera sé que es, a mirar siempre hacia afuera en lugar de mirarme a mí, hasta verme como soy con mis fallas y defectos, con mis carencias y virtudes, con mis heridas y ser mi propia cura, mi alivio, mi paz.

Cuando abandono ese lugar de soledad y sufrimiento. Cuando me entrego con brazos abiertos lleno de confianza en Dios, en mí, en la vida, en el universo. 
Cuando soy capaz de reconocer los detalles que me trajeron hasta aquí, que me ayudaron a comprender el porque de las situaciones que he vivido. 

Cuando acepto sin quejas ni excusas, que soy yo el único responsable de mis elecciones diarias y me veo como protagonista de mi propia vida, sin ser mas víctima de ninguna circunstancia sino hacedor de mi vida, capitán de mi alma. 

Cuando entrego las armas, y abandono esa guerra inútil contra mí mismo y contra los otros y "dejo ser", y observo como un testigo en silencio lo que ocurre a mi alrededor. 

Cuando ya no me importa tener la razón, ni ser aceptado, ni ser apreciado, ni ser comprendido, ni ser especial, ni que me critiquen o alaben. 

Cuando mi mente deja de estar condicionada y puedo ver con los ojos del alma, que ni juzgan ni condenan, ni a mi, ni a nadie, y me vuelvo polvo, y me vuelvo nada... 

Entonces allí se produce el milagro. 
El milagro de saberme sagrado en mi ser, insignificante en mi ego...
Sublime en mi esencia, nadie en mi personalidad... 
Perfecto en mi alma, imperfecto en mis formas...

Divino en mi interioridad que me conecta a mi creador y así sin nombre y sin otra patria que la celestial, me vuelvo uno con mi Dios y mi gente, con mis noches y mis días, con todos y conmigo...

Y así, desapegado de cualquier cosa o persona que no tenga que ver con quien soy, un ser hecho por y para Dios...
 Un alma con un cuerpo y una mente a mi servicio, un caminante en busca de conciencia, un pasajero temporal en este tren de la vida que ha venido a aprender no a apropiarse.

Una luz en las tinieblas del mundo, unas manos abiertas para servir, para acoger al que necesite, para acariciar a los niños y a los animales para hacer el bien y dar y dar y seguir dando hasta morir. 

De nada sirve la vida si no comprendo estos conceptos desde la sabiduría de mi ser interior, no desde la mente que siempre tiene "peros" y tonterías. 

De nada sirven tantos libros, ni tantas anécdotas de viajes e historias, si no se ni quién soy, ni a que vengo aquí, ni por qué estoy vivo aún cuando otros han muerto. 

De nada sirven mis ojos si no veo, si soy un ciego espiritual, si no puedo verme ni ver al otro en su más profundo significado. 

De nada sirve este cuerpo, si solo lo utilizo para los placeres de la carne, para vestirlo con hermosas ropas, y ricas fragancias, para alimentarlo más de lo necesario o llenarlo de humo, alcohol o sustancias nocivas que no le permiten funcionar a pleno y ser un vehículo al servicio de mi misión en este mundo. 

De nada me sirve una mente tan llena de pensamientos inútiles que no puede enfocarse en lo importante. 

Una mente compleja y susceptible, irascible y sensible, permeable a toda idea aunque sea errónea, que acepta sin cuestionar, energías negativas, opiniones ajenas, críticas y condenas, que convierte todo en problemas y que vuelca esos problemas al cuerpo, lastimándolo, enfermándolo.

De nada me sirve tanta teoría y erudición, tantos libros hermosos y palabras sabias, que me hacen más culto y menos feliz.

Debo pasar de vivir "A veces feliz y a veces enojado, angustiado, quejoso, sufriendo"... A vivir "A veces feliz y las otras veces "Aprendiendo".  

Porque es un largo camino a casa, y porque no puedo pretender ser sabio de la noche a la mañana, me permito equivocarme sin lastimar ni lastimarme.
Me permito estar en un estado de continuo aprendizaje, todas aquellas veces que no soy feliz. De esa manera nunca sufro. Acepto, aprendo y me muevo hacia adelante. Y en esos momentos que la vida me regala de plena dicha y bienestar, miro al cielo y doy gracias... 

Con amor, 
Claudia Luna 🙏🌹

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Bendiciones 🍀

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