lunes, 26 de diciembre de 2016

El Verdadero Sentido del Nacimiento. By Claudia Luna



Con todos estos años de evolución esperemos que sea tiempo ya de comprender en profundidad las revelaciones espirituales, las enseñanzas de tantos grandes maestros de la humanidad y de todos los libros sagrados y que tanto contenido enriquecedor, arroje luz y claridad al entendimiento, para finalmente encontrar nuestro camino de regreso al hogar. 

Somos seres espirituales teniendo una experiencia material. 

Si bien Dios es misterio, se revela en muchos actos a los seres que ha creado. Uno de ellos, quizás el más significativo es el nacimiento de Jesus. 
Distraídos con festejos y momentos de reunión familiar, nos olvidamos de sentir desde la intimidad de nuestro ser, el misterio de la Natividad.
Jesus dijo "Mi reino no es de este mundo", sin embargo eligió nacer y morir aquí, para traer enseñanza y consuelo al alma humana. 

Sin buscarle un sentido religioso, ni tampoco mundano, podemos encontrar en el nacimiento del niño Dios en Belen, un mensaje revelador que le habla profundamente al ser humano.

La humanidad es aún poco consciente de que los dos extremos de la vida, el nacimiento y la muerte, son dos acontecimientos espirituales, que justamente por haber tomado forma física, a través del nacimiento, tienen que permanecer como misterios.

Jesus enseña en la Biblia que "quien no recibiere el reino de Dios como un niño no entrará en el reino de los cielos". 
Es decir metafóricamente quiso decir: quien no ilumine su vida con la luz de tal pensamiento, no podrá entrar en el reino de Dios. 

Al nacer, al entrar a este mundo como niños, venimos directamente del  mundo espiritual.

Partiendo de su estado espiritual, el hombre entra en el cuerpo al nacer. 
El cuerpo envuelve al hombre, hace de él un ser físico aquí en la tierra, a fin de experimentar aquello que sólo en este cuerpo físico se puede experimentar. 

 Sin estar deslumbrado por ilusiones del materialismo, el hombre es de tal manera que en los primeros años de la vida evidencia todavía que ha venido de lo espiritual. Lo que se observa en la vida del niño, quienes son mucho más espirituales que los adultos. 

Pareciera ser que al pasar el tiempo y crecer el ser humano vive su vida física aquí en la tierra, perdiéndose más y más en el cuerpo, para volverse  a encontrar con el espíritu el día de su muerte.

 Los años de estudio y conocimiento, al venir la mayoría de ellos de una perspectiva materialista, hacen que perdamos esa noción de ser espíritus vivos en un cuerpo de muerte. 

El hombre entra en el mundo como ser espiritual. Entra en su cuerpo como durmiendo. En la vida diaria común, la mayoría de las personas no lo perciben, como tampoco percibimos nuestro yo cuando nos vamos a dormir a la noche, cuando durante el sueño están separados nuestros cuerpos físico y etéreo. 

Dios le ha dado al hombre una forma física, para que este se hunda en ella, para que el espíritu penetre en la forma y así adquiera capacidades necesarias para realizar su misión.  

El hecho de que los seres humanos tengamos capacidades, talentos y hasta genialidades, es simplemente para servir al propósito de Dios en esta tierra. 

El problema es que esas capacidades y talentos, al no haber aprendido el hombre a ponerlos al servicio de la humanidad, han servido para agrandar la imagen del ego, para separar a las personas de acuerdo a sus capacidades y talentos, para competir, para discriminar.

Es mundialmente reconocido que todos los bebes, todos los niños son iguales. Jamás a nadie se lo ocurriría pensar diferente. Sin embargo en la vida práctica, esa igualdad se va perdiendo a medida que el niño crece, y es debido justamente a sus capacidades, talentos, y genialidades. 

Y es así como empezamos a separar y a catalogar personas, como más inteligentes que otras, más sabias, más iluminadas, más poderosas, más talentosas, etc 

En completa ignorancia de que todos, absolutamente "todos" los seres humanos, hemos sido creados con un solo propósito y este es, desarrollar nuestras capacidades, no para diferenciarnos y aumentar el ego, que nos separa, daña y enemista con el otro, sino para poner esos talentos al servicio de la evolución de la humanidad. 

La imagen de Navidad se eleva hasta convertirse en una estrella de luz, para que jamás olvidemos nuestro origen espiritual, para afirmar el pensamiento de que venimos de lo espiritual al entrar a este mundo físico, para cumplir una misión y debemos prepararnos para ello.

La fiesta de Navidad debe ser para renovarnos, para re- nacer en el espíritu y ganar fuerzas nuevas. Debemos evolucionar en este sentido y acercar a todos a esta luz de la conciencia. 

Nuestra misión más importante antes de cualquier otra es volver hacia ese rasgo espiritual que nos unifica y alinea con Dios, consagrar esas capacidades innatas a nuestro creador y no dejar que estén a merced de las fuerzas de la oscuridad, sino del bien.

De esta manera, al consagrar nuestros dones y talentos y ponerlos al servicio de Dios, abrimos las puertas a lo sagrado a nuestra vida, todo un universo material se pone al servicio del cumplimiento de nuestra misión y encontramos la verdadera dicha que es hacer lo que vinimos a hacer aquí, cumplir el propósito que da sentido a nuestra existencia, cualquiera que sea. 

Y finalmente comprendemos que todos tenemos una parte en esta película de la vida, cuyo director es Dios, y que si uno de nosotros no la cumple, la obra no estaría completa, así como si a una sinfonía le falta el toque de uno o varios instrumentos, la música no llega a oídos de los otros con igual belleza y perfección. 

Debes comprender que no eres insignificante sino necesario, cualquiera sean tus capacidades. Lo que traes es bueno y todos lo necesitamos. No quieras nadar si no eres pez. Nada y enseña a nadar. No quieras tejer si sabes cocinar. Cocina y alimenta el mundo. No quieras gritar si no tienes voz, más bien escucha y acaricia. No quieras ser quien no eres. 

 Al consagrar tus capacidades a Dios, él influye desde el dormirte ( cuando naces)  hasta el despertar ( cuando mueres) y durante  toda tu vida consciente. Solo que en tu vida consciente, entre el nacimiento y la muerte, Dios que es misterio, lo hace de manera subliminal, secreta, en silencio, con señales, para lo que debes permanecer en oración meditativa.

Todos nacemos con dones y talentos que nos distinguen, y en los profetas o grandes maestros esto se eleva hacia la genialidad, pero si al dormirnos en el espíritu, es decir al nacer a este cuerpo, no nos entregamos y sumergimos en el reino donde Dios guía los impulsos del alma y transforma desde el mundo espiritual los dones físicos, dependientes del cuerpo, y los sometemos a su voluntad, poniéndolos al servicio del bien, estos son dones muertos, inútiles, y nuestra vida es en vano. 

Todo los dones naturales, talentos, capacidades, hasta la genialidad, son dones del ego que obran en el mundo de un modo egoísta, mientras no sean consagrados e impregnados por Dios. 

Este es el nuevo sentido de la Navidad y el nacimiento que además de las condiciones de igualdad en el niño ha recibido las diversas capacidades, dones y talentos. Pero con el correr del tiempo todas estas facultades sólo conducirán al bien del hombre, si las mismas se ponen al servicio de Dios.

A través de la herencia aparecen también dichas capacidades, pero nuestro gran desafío es que debemos ganar, conquistar esos talentos durante nuestra vida física, por medio de lo que el impulso de Jesus y sus enseñanzas  puede suscitar en nuestros sentimientos, no sólo en el sueño por la inspiración de Dios, cuando estamos alineados con él y podemos leer sus señales, sino con plena conciencia, decisión  y elección en nuestra vida diaria. 

Iluminado por la luz que irradia el árbol de Navidad, deja entrar la luz en ti, entrégate a Dios en un día de milagros como este, y permite que el obre en ti, que haga en ti y a través de ti maravillas. 

 Con tal sentimiento se nos dará también la fuerza que el hombre necesita en la ‘vida del presente para cumplir con las grandes tareas de esta época. 

“Cualquiera que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. 

Y por ello cada año Dios quiere nacer en nuestros corazones para recordarnos este hecho de niños iguales, que son la luz y la estrella que guía este universo. 

Trata de incorporar estas palabras como pensamientos espirituales vivos para que la luz que ellos traen te iluminen y den calor a lo más profundo de tu alma. Trata de sentir que los mismos entran en el alma no meramente como pensamientos, sino como nutrientes de amor, que anulan por completo el egoísmo que te tiene prisionero e infeliz por mirar sólo tus problemas. 

Así sentirás la voz de la conciencia que siempre te impulsa naturalmente hacia el bien y la verdad. Y entonces tu mente se curara de todo pensamiento de muerte.

Si además de esto lograras dejar penetrar estas palabras de amor a cada fibra de tu cuerpo, entonces además lo sanarías, curarías enfermedades. Se producen milagros de curación en el cuerpo físico, cada vez que dejas que el dios vivo y sus mensajeros, entren en ti y te inunden de su amor. 

Al lograr tener pensamientos sanos, te unes con las armonías del universo, puesto que tienen su origen en estas armonías.

Cristo ha dicho: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. 

Esto significa que no estamos nunca solos, significa que El está con nosotros, revelándose constantemente 

Cuando estés ante el árbol de Navidad con sus luces, ejercita pensamientos sanos, fortalecidos en El Niño Dios que nace hoy, para que su luz, representada en el árbol iluminado genere  pensamientos fortalecidos, provenientes de tu nueva conciencia que iluminen tu pensar.

Como dijo Ángelus Silesius 

“Si el Cristo nace en Belén mil veces 
      y no en ti, eternamente perdido permaneces”.

Que el espíritu de la Navidad te guíe y fortalezca todos los días de tu vida, que te vuelvas como un niño, y que penetre  tus pensamientos la luz de la estrella de Belén,  para que despiertes a la conciencia y tus dones engrandezcan al mundo. 

Feliz Navidad 
Amor, 
Claudia Luna 





 


 



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